Cuando era niño, hablaba en voz alta conmigo mismo cada vez que estaba solo, pues tenía pánico de olvidar el uso de las palabras. Luego aprendí a leer y descubrí que los libros no solamente funcionaban como antídoto para esa temida amnesia, sino que además me abrían múltiples caminos a través de los cuales podía conocer el mundo. Leyendo recorrí las rutas de los exploradores, navegué los mares con los piratas y remonté los grandes ríos hasta llegar al corazón de cada continente. Al igual que tantos otros niños lectores, fui incorporando mis experiencias literarias en los juegos y las interacciones con los demás. Luego combiné la fascinación con la literatura con la exploración de la naturaleza y el trasegar por esas vertientes paralelas de la curiosidad hizo necesaria una interacción más activa con la palabra para poder compartir un relato suficientemente vívido de mis experiencias.
Desde entonces y sin ser propiamente parlanchín, me he pasado la vida contando historias. A lo largo de un par de décadas de docencia, encontré en cada una de mis clases la oportunidad para combinar mi interpretación de los conceptos que debía transmitir con una amalgama de ideas, sacadas de toda clase de fuentes, para conseguir el tono particular que buscaba en cada sesión. Hice propia la acepción que da el diccionario de la academia de la lengua española al término enseñar como “mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado” en lugar de aquella más convencional de “instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos.”
Después, en el ejercicio de otros tantos años de trabajo en gestión ambiental, esa misma forma de narrar se convirtió en mi herramienta más valiosa pues, de una u otra forma, cualquier objetivo de un proyecto de conservación es una decisión social que solamente puede conseguirse a través de la palabra. Desde la concepción misma de una intervención hasta su puesta en práctica en el terreno, la rendición de cuentas a distintos actores o la divulgación de resultados y lecciones aprendidas, pasé la mayor parte de mi vida profesional ocupado en preparar, pulir y compartir relatos en mis intervenciones en público o en toda clase de documentos.
Hasta el día en el que abandoné el vértigo de las instituciones para ingresar a esta especie de cuarto de san Alejo de la jubilación. Al liberarme de responsabilidades laborales, sentí que escribir carecía de sentido pues ya no tenía el deber de transmitir ningún tipo de información, ni la certeza de contar con un público. Sin embargo, en mi cabeza siguieron amontonándose nuevas ideas encontradas en mis lecturas junto a las preguntas de siempre y a los hallazgos que brinda cada día. Entonces me invadió un temor semejante al que tuve en la niñez, pues me di cuenta de que si suspendía mi narrativa perdería la clave con la que intento armar el rompecabezas de la existencia. Pues, aunque disfruto mucho el acto de compartir historias, en realidad escribo para tratar de entender mejor lo que pienso.
Y heme aquí tratando de amarrar con la escritura los cabos sueltos que descubro cuando me despierto en medio de la noche, mientras proceso las ideas recogidas a lo largo de cada jornada. Como siempre trabajo en paralelo varios textos y la dinámica de cada uno es diferente, dejaré que vayan aflorando a la superficie a medida que consiga darles suficiente forma y consistencia como para que no me preocupe demasiado si andan sueltos por ahí, a la vista y contemplación de quien se interese en leerlos.
Como emprendo esta tarea sin ningún plan preconcebido, puedo permitirme el lujo de desempolvar fragmentos que habitan en mis libretas desde hace mucho tiempo y explorar nuevas ideas, recién llegadas a mi escritorio. Todos ellos caben dentro de grandes categorías que corresponden a los temas que me obsesionan desde siempre, como la fascinación que siento por los grandes paisajes, por la sorprendente diversidad biológica, por la contingencia de la historia y por la inmanencia de la poesía en el estudio de la naturaleza.
Por otra parte, como testigo y partícipe de la aceleración del Antropoceno necesito mantener una válvula de escape para mi frustración permanente con la precaria relación de los seres humanos con el mundo y con nuestra propia especie. Convencido de que la conservación no dejará de ser una entelequia hasta tanto no cerremos la brecha que hemos pretendido abrir con el resto de la naturaleza, será inevitable continuar escribiendo sobre esa alienación, así sea solamente para apaciguar momentáneamente la desazón que me produce.
Y desde luego, trataré de lidiar con las asociaciones de ideas que surjan a medida que aprendo a entender a ese personaje de mirada cansada que me contempla desde el espejo todas las mañanas. Ese que olvida cada vez con más frecuencia lo que leyó hace unas pocas horas y cuyas piernas se resienten más de la cuenta después de una caminata no muy larga. Quiero vivir del cuento como él lo ha hecho hasta ahora, así el relato que resulte sea, como lo fue en la infancia, un simple soliloquio.
Hermoso!
Se ha vivido!
Me encanta. Me parece súper este plan tan orgánico.
Envidiable tu forma de hilar las palabras. Y qué bellos recuerdos y qué riqueza de experiencias a lo largo de toda una vida plenamente vivida y a la que espero le falten todavía muchos años más!
Qué alegría poder seguir leyendo tus escritos por aquí!!
Me gustó, que bueno que no se ha callado tu mente.
Me parece perfecto, adelante con el proyecto así tendré una forma de oirte sin estar presente.
Bienvenida esta válvula. Excelente nota
Bienvenida esta válvula de escape. Excelente nota
Maravilloso escrito. Me encanta que estés disfrutando reblujando y desreblujando el cuarto de san Alejo de la jubilación.
Qué maravilla! Aquí tendrás un ávido lector de tus soliloquios.
Excelente, nostálgico, motivador…
Lo crítico: la ansiedad por el siguiente!
Gracias por compartir tus escritos. Tocas la fibra de la combinación de esperanza y desasosiego que siento en especial al trabajar en ambiente.
Qué gusto verte iniciar un proyecto con la energía de un veinteañero!
Bravo compañero de juventud, me encanta cómo escribes y me alegra que sigas haciéndolo, así que me apunto!
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Maravilloso! Espero para muchas reflexiones sobre pajaros!
Que bonito cuento, espero mas
Seguramente siempre escasean las palabras cuando las ideas demandan tanto, lo cual es un muy bueno. Más importante que el estatus laboral es la relevancia de vida, y la tienes toda, la construiste en cada clase y en cada reunión, lo que cambia es que ahora tus historias serán más públicas. Gracias!
……..BENDITO JUGLAR NO APAGUES TU VOZ, QUE HACEMOS NOSOTROS LOS DE ESTE RINCON, SIN OIR EN TU VERSO AL AMIGO QUE ABRAZA… Ignacio Copani
Muy lindo