A comienzos del pasado mes de marzo, los titulares de los principales periódicos del mundo, con el New York Times a la cabeza, anunciaron la negativa de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas a confirmar el inicio del Antropoceno. Durante los últimos 15 años, se esperaba la conclusión de los análisis que dicha organización había encomendado a su Comisión Estratigráfica del Cuaternario para determinar si en el registro mineral había evidencias suficientes de un cambio en el calendario geológico del planeta ocasionado por las intervenciones de la especie humana. En otras palabras, se trataba de verificar el momento en el que las acciones de nuestra especie habían quedado escritas en piedra.
La validación de esa fecha era un asunto de la mayor importancia, pues equivaldría a aceptar que los atributos que caracterizaron al Holoceno, eran cosa del pasado. La estabilización del clima global hace unos 11.700 años, fecha en la cual se inició dicha época geológica, permitió que el Homo sapiens ampliara su distribución con una velocidad sin precedentes. Desde su aparición, hace aproximadamente 200.000 años, las poblaciones de nuestra especie estuvieron constreñidas por las difíciles condiciones climáticas prevalentes y solo fue hasta el final del último de los períodos glaciales cuando se inició la expansión de su dominio. Y en tan corto tiempo, los humanos conseguimos transformar el entorno como ningún otro animal lo había hecho, llegando incluso a modificar las condiciones mismas que determinaron nuestro florecimiento.
Aunque en el pasado varios autores habían señalado que la magnitud de los impactos antropogénicos sobre el ambiente justificaba interpretar este momento de la historia como la edad de los humanos (ver, por ejemplo, la biografía del paleontólogo italiano Antonio Stoppani), el planteamiento que llevó a la Unión Internacional de Ciencias Geológicas a examinar si en realidad se ha iniciado una nueva época geológica solo fue hecho a comienzos de este siglo. El cambio acelerado de las condiciones climáticas como consecuencia de las emisiones de dióxido de carbono motivó al químico y ambientalista holandés Paul J. Crutzen a formular esta idea, que muy pronto fue sustentada científicamente por un número creciente de autoridades académicas.
Crutzen había sugerido que el Antropoceno debió haber comenzado por lo menos desde la llamada revolución industrial del siglo XVIII, a juzgar por los resultados de los análisis de los gases atrapados en los hielos polares que revelaron el comienzo del incremento acelerado de emisiones de dióxido de carbono y metano durante ese período. Por otra parte, existen evidencias de cambios ambientales antropogénicos sustanciales a lo largo de la historia, que quizá sustenten una fecha de inicio del Antropoceno aún más temprana1. La extinción de la megafauna de las américas y el continente australiano coincidente con la inmigración humana, el cambio de las comunidades biológicas posterior a la domesticación del ganado o el comienzo de la agricultura o la instalación de los primeros sistemas de irrigación mesopotámicos, bien pudieron haber sido de magnitud suficiente como para haber cambiado algunos de los atributos distintivos del Holoceno.
Sin embargo, todos estos procesos han sido materia de interminables controversias. Por el contrario, había cierto consenso acerca de la desmesurada acumulación de elementos radioactivos, fertilizantes, micro plásticos, metales pesados, cenizas industriales y cemento acaecida a partir de la segunda mitad del siglo pasado. Por esta razón, la comisión asignada buscó un sitio en donde obtener una muestra de sedimentos en la que se pudiera detectar la huella de estos impactos antropogénicos y para ello escogió el lago Crawford en Ontario (Canadá), cuyo fondo ha preservado un registro geoquímico sin perturbaciones.
El examen de la muestra en cuestión reveló que no existían evidencias convincentes del inicio del Antropoceno. Al fin y al cabo, una marca sedimentaria correspondiente a un lapso inferior a un siglo era necesariamente irrisoria comparada con aquella dejada por los procesos que marcan los límites entre las distintas épocas geológicas, cada uno de los cuales tardó decenas de miles de años en producirse. El veredicto de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas es entonces escuálido, por decir lo menos. Cabe suponer que los comisionados sabían a priori que la huella sobre la cual iban a basar su decisión iba a ser nimia en términos estratigráficos y, por lo tanto, el proceso de verificación no fue entonces del todo procedente, como señalaron algunos miembros del grupo evaluador antes de renunciar al mismo. Es probable que un análisis que abarcara un período de unos cuantos siglos hubiera arrojado indicios más sólidos para justificar un cambio en el calendario de la Tierra.
Nunca he sido proclive a creer en teorías de la conspiración, pero no puedo evitar pensar que toda esta historia constituye un respaldo tácito al status quo, a pesar de estar revestida con todo el rigor de un análisis científico. Para la sociedad contemporánea, esta negativa “oficial” del Antropoceno es una especie de moratoria para todos aquellos procesos que contribuyen a hacer de la inestabilidad climática el síntoma más visible de un colapso ambiental inminente. Y, por lo tanto, permite soslayar una vez más la tarea de adoptar un derrotero para la supervivencia capaz de reemplazar la cultura global del despilfarro.
- Steffen, W., P.J. Crutzen, J.R. McNeill. 2007. Anthropocene: Are Humans Now Overwhelming the Great Forces of Nature. AMBIO: A Journal of the Human Environment, 36(8):614-621. ↩︎
Interesante escrito, preocupante por la aparente decisión de la comisión y altamente cuestionable como realidad que está llevando al colapso la tierra. Coincido en la enorme duda de un soporte exclusivamente científico de la negación del antropoceno. Mientras tanto, podemos seguir contemplando la destrucción de todo aquello que nos garantiza la vida. Vaya privilegio tan horroroso de nuestra sociedad !!!!
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Interesante escrito, preocupante por la aparente decisión de la comisión y altamente cuestionable como realidad que está llevando al colapso la tierra. Coincido en la enorme duda de un soporte exclusivamente científico de la negación del antropoceno. Mientras tanto, podemos seguir contemplando la destrucción de todo aquello que nos garantiza la vida. Vaya privilegio tan horroroso de nuestra sociedad !!!!