Estamos en vísperas de un nuevo Global Big Day (GBD, el día mundial de observación de aves) y miles de pajareros alrededor del planeta nos aprestamos a celebrarlo con gran entusiasmo. Y no es para menos pues, a diferencia de cualquier otra jornada, este evento trae consigo emociones difíciles de entender para alguien ajeno al mundo de la observación de aves silvestres.

Además del placer habitual de salir a mirar pájaros, la participación en un GBD hace que una afición placentera tenga una enorme trascendencia. Al formar parte de una multitud ecuménica dedicada a la tarea de registrar el mayor número posible de especies de aves silvestres en todo tipo de ecosistemas, cada pajarero tiene el aliciente de saber que sus observaciones alimentarán una base de datos de libre acceso que ayuda a entender mejor las dinámicas ecológicas de la avifauna global y contribuye a su conservación. Desde su primera celebración, hace diez años, el GBD se convirtió en el más importante evento de ciencia ciudadana de todos los tiempos.
Cuando los creadores de la plataforma digital eBird[1] convocaron el primero de estos eventos, lo hicieron como una campaña de recaudación de fondos en la que prometieron a sus financiadores conseguir, en 24 horas, registros de 4.000 a 4.500 especies de aves de todo el mundo. Pero los resultados de aquel 9 de mayo de 2015 excedieron sus más locas expectativas. Ese día 14.060 observadores de 130 países subimos a la plataforma 44.173 listados en los que consignamos información de 6.085 especies, es decir, ¡35,2% más de las presupuestadas!

La idea, en realidad, no era original. Desde la década de 1950, tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos este tipo de competencia amistosa que aprovecha el afán de todo pajarero por distinguir la mayor cantidad de especies a su alrededor se había usado para captar fondos para causas benéficas. Y debido a ese origen competitivo, tanto los medios de comunicación como las redes sociales suelen reseñar el evento solo como una especie de torneo deportivo en el que los observadores se enfrentan para tratar de dejar en alto el nombre de su equipo, su región o su país, dejando de lado el significado profundo que tiene como movilización ciudadana en torno a la apreciación, el disfrute y la conservación de las aves silvestres.
A excepción del año 2021, Colombia ha ocupado el primer lugar en el escalafón del GBD desde 2017 y ese “triunfo” ha sido interpretado de manera similar a los conseguidos por los ciclistas nacionales en torneos tan famosos como el Tour de Francia, la Vuelta a España o el Giro de Italia. Pero, aunque lograr la presea dorada es un gran logro de la cada vez más pujante comunidad de pajareros colombianos, lo que en realidad comprueba es que aún conservamos uno de los más importantes elementos del increíble patrimonio natural de la nación. Por albergar en su territorio el mayor número de especies de aves en todo el mundo es apenas de esperar que nuestro país ocupe el primer lugar en un evento de esta naturaleza.
El ocultamiento del significado verdadero del GBD es desafortunado pues contribuye a alimentar una especie de espíritu deportivo que limita la enorme riqueza implícita en la observación de las aves silvestres. Aun si admitimos que hay una inmensa variedad de formas de acercarse a otras formas de vida – desde la inspiración espiritual o estética hasta la curiosidad científica – reducir la dicha de pajarear al simple acto contable de sumar aves a una lista, con la esperanza de ocupar un lugar destacado en una competencia, devalúa una de las experiencias más enriquecedoras que ofrece el contacto con la biodiversidad. A mediados del siglo pasado, al comentar el entonces naciente interés por la pajarería competitiva, un autor norteamericano escribió:
“Observar aves… es el arte de descubrir cómo viven las aves. A través de la observación el naturalista puede cruzar la frontera del conocimiento y explorar un mundo desconocido. Su recompensa es más que una simple anotación en una lista de registro; aunque personal e íntima, todavía puede ser una contribución a la ciencia.”
Joseph Hickey (1943)
En un momento en el que Colombia por fin empieza a reconocer el valor de su privilegiada biodiversidad, cuando en cada rincón del territorio surgen cada día nuevos grupos de naturalistas aficionados convocados por el asombro de una avifauna sin par, es oportuno tener presente esta admonición para enriquecer, cada vez más, nuestra comunión con la naturaleza. Pues si bien es cierto que una inmensa mayoría de los pajareros hacemos listados de las aves que observamos en distintos lugares o durante distintos períodos, lo hacemos, sobre todo, para tener cómo rastrear el progreso que hacemos en el conocimiento de nuestros objetos de interés.
Pajarear es una forma de competir consigo mismo pues con cada observación renovamos el reto permanente de ser capaces de poner un nombre a los tesoros que encontramos. En ese sentido, y por encima de la utilidad que se derive del recuento de las aves que encontramos en cada viaje, los listados son recordatorios de experiencias memorables de aprendizaje y crecimiento personal.

[1] eBird es una iniciativa colaborativa, manejada por el Laboratorio de Ornitología de Cornell, que cuenta con cientos de organizaciones socias, miles de expertos regionales y cientos de miles de usuarios alrededor del mundo.
Asi es, más allá de la competencia está el valor de cada ave , de cada ser que observamos , en su valor en el planeta que compartimos y ese derecho que tiene de seguir existiendo . Y nuestra responsabilidad ya en que nuestras decisiones esta su futuro .